Argentina vive actualmente un incremento constante en su inflación, la cual ya acumuló 114% en los últimos 12 meses. En medio de este escenario existe una realidad que sorprende en las calles, la cual contrasta con esta realidad: restaurantes repletos, extensas filas para entrar al teatro y conciertos que agotan sus boletos en horas.
«Estamos cansados de los problemas económicos. Ya estamos tan acostumbrados a vivir tantos años sin estabilidad que la gente solo quiere disfrutar», dijo a la AFP Santiago Basavilbaso, chef de 25 años.
«Hoy se vive un poco más precarizado. He tenido que cambiar mis gustos, modificar mis compras hacia marcas más baratas, pero sin dejar de disfrutar. Trato de acomodarme a la economía», agrega.
Argentina figura entre los países con la inflación más alta del mundo. El aumento de precios ha sido un mal crónico de su economía, pero ahora sufre su mayor disparada en 30 años, con índices de alrededor de 8% mensual que ahorcan a los más pobres (40% de la población).
«Las estrategias del consumidor de ahora son retomadas justamente de las familias, son conductas que nuestros padres y abuelos usaron toda su vida», comentó el economista Martín Kalos.
«Comprar una casa o un auto es algo inalcanzable. Entonces, ¿qué hacés (con el dinero)? Lo gastás», explicó el analista económico Salvador Di Stefano.
En un informe elaborado por la agencia AFP se explica que en Argentina el crédito se limita ahora a los pequeños consumos y prácticamente ha desaparecido para gastos mayores, como la adquisición de vivienda o incluso de automóviles nuevos.
Las tasas de interés, que oscilan entre 100% y 150% anual, espantan a quienes aspirarían a un crédito hipotecario.
Aunque a escala, el gasto se potencia en todos los niveles sociales. «El que no puede tomarse vacaciones va a un recital, el que no puede pagar un recital va a comer una pizza y tomar una cerveza», refirió Di Stefano.
Ofertas y compras a cuotas
Los precios suben tan rápidamente que cualquier compra que se haga con una tarjeta de crédito, si se paga completa a su vencimiento, implica un cierto ahorro.
«Cuando no me alcanza, uso la tarjeta de crédito. Juego con 30 o 35 días de ventaja. Me llevo la mercadería a un precio y lo pago más tarde», explica un instructor de 63 años, que confiesa que a veces llega con dinero a fin de mes y a veces no.
En el supermercado los anaqueles tienen carteles con promociones de todo tipo: desde llevar dos productos iguales para tener una rebaja de 70% en el precio del segundo, hasta usar la tarjeta de un banco preciso un día de la semana para obtener un descuento de 30%.
Avisos similares se exhiben en las vitrinas de las tiendas de ropa o de electrodomésticos, negocios en los que además se ofrece financiar las compras hasta en 12 cuotas mensuales.
Ahorro o gastar rápido: el dilema
«La inflación incentiva a gastar más rápido, porque ahorrar es más difícil», afirmó Kalos. «El salario se gasta cada vez más rápido, el dinero está menos tiempo en manos de quienes lo cobran porque pierde valor», explicó.
«Hay una amplia dispersión de precios. Es difícil saber si lo que se compra es barato o caro porque la referencia se pierde constantemente», añadió.
En ese abanico de precios y ofertas, Ricardo Nasio, presidente de la asociación Proconsumer, de defensa del consumidor, recomienda comparar mucho antes de comprar.
«Es importante tener una cultura de consumo, preguntar todos los precios antes de comprar. Es muy bueno comprar alimentos no perecederos entre varias familias, o almacenar para protegerse de los aumentos», explicó.